martes, 8 de mayo de 2012


Tras la tormenta empieza la reconstrucción….

El estado de gracia dura unos pocos segundos, esos segundos de euforia que suceden a la gran explosión de sentimientos tras el acontecimiento supremo. 

Son escasos momentos que llegamos a disfrutar los mortales a lo largo de nuestra existencia por muy diversos motivos: el nacimiento de un hijo, nuestra boda, ver ganar a nuestro equipo preferido o nuestra selección un título,   ver que nuestra opción política vence en las urnas, etc.

Es una euforia incontrolada, en la que parece que todo se paralice y que los malos momentos desaparecen de la existencia que nos rodea.  Gritamos, lloramos, abrazamos y besamos a quienes están próximos sin importar las normas de cortesía reinantes en nuestra sociedad.  Todo está permitido y así es aceptado en esos instantes.

Pero tras el subidón de adrenalina, llega su bajada.  El instante de suprema felicidad perdurará para siempre en nuestro inconsciente, pero la realidad sigue rodeándonos tal y cómo estaba antes del momento de explosión máxima.  Aunque es cierto que el cosquilleo de adrenalina que ha sacudido todas las partes de nuestro cuerpo, será el motor para afrontar la cruda realidad y el frío devenir, convirtiéndolo de negro negrísimo, a azul negro casi oscuro. 

Edith Piaf dice “La vie en Rose”, pero la realidad no es tan rosa como nos gustaría, de hecho, a muchos de nosotros nos horroriza dicho color de la paleta cromática. Así y todo, rosa, amarillo, naranja, rojo, azul, verde, poco importa el color si tenemos un gran abanico con el que pintar nuestra vida y cada momento de ella.  No todo es negro, ni rosa, y gracias a eso continuamos batallando. 

Acaba de ganar en Francia François Hollande, llevando a los socialistas al Palacio del Eliseo después de más de 17 años.  Posiblemente Hollande no será tan milagroso como tampoco lo fue Obama en su día, pero ese aire de cambio, de esperanza, de entrever que la vida futura puede ser mejor, bien merece una explosión de adrenalina y una recarga de pilas para levantarse cada mañana y gritar a los cuatro vientos: soñar en un futuro mejor es posible. 

Ahora queda el trabajo, los problemas diarios, las disputas familiares, pero seguro que vistas con otra lente, con otra perspectiva y con mucha más fuerza. Caminemos, que queda mucho camino que recorrer.

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